Compaginó el deporte con su trabajo de maestra hasta que se jubiló con 61 años el curso pasado. Dirige el banquillo del Arxil desde 1984.

Maite Méndez es casi eterna en el banquillo. Si por eterna se entiende llevar 38 años en el Arxil. Casi una vida. «Ya tenía que estar jubilada, la vida laboral es de 35 años, no», dice con humor. No recuerda qué hacía antes de tener entre las manos una pelota de baloncesto. Es una de las entrenadoras más longevas del panorama nacional y por el momento no tiene fecha de retirada. Con 61 años y recién jubilada de su puesto de maestra en el CEIP Carballal de Marín, Méndez mantiene viva esa vocación de enseñar. Es por eso que sigue sentándose cada fin de semana en el banquillo del Arxil. «Mi ilusión de pelear por el baloncesto, de seguir construyendo el club me hace continuar y además, me ayuda a evadirme de los problemas que puedas tener», explica Maite Méndez, que reconoce que «soy una profesora y una entrenadora en el momento en que estoy en la pista, todo es enseñanza».

Desde que en 1984 fundó el Arxil junto a Lino Vázquez y Milagros Sanmartín no lo ha dejado nunca. Primero como jugadora y después como entrenadora del primer equipo. Lo que fue una apuesta por el baloncesto femenino en Pontevedra después de que se quedasen sin equipo en el Casino Mercantil se convirtió con los años en uno de los clubes con más cantera de Galicia. Tienen más de 250 niñas con ficha. «Es una familia, como tener un hijo», ha recalcado en incontables veces Maite. Así es como siente al Arxil, como parte de ella. Lo ha visto crecer y coger unas dimensiones que hacen «que lo inmediato se anteponga a lo urgente». Ese es el día a día de supervivencia en la que viven desde que dio el salto a Liga Femenina 2 en la temporada 2000-01. «Nuestra expectativa era más pequeña de lo que es ahora, sigue siendo un club familiar, pero darle más dimensión es difícil con el presupuesto que tenemos», aclara la única entrenadora que ha tenido el primer equipo.

Cuando empezaron solo tenían dos equipo de base y el sénior, así que compaginaba el banquillo con la pista. «Fue un camino largo porque otros entrenadores de la ciudad nos tuvieron que prestar su licencia y nosotros contar de ayudantes. Aunque ellos no entrenaban ni iban a los partidos», aclara Méndez sobre sus inicios.

Después de toda una vida en el banquillo, Maite asegura que para ella el baloncesto aúna sus dos grandes facetas: la educación y el compromiso con la juventud. Por eso siempre seguirá vinculada al parqué del pabellón. En esta aventura que inició siendo joven, la acompañaron siempre el mismo equipo, entre los que están su marido, Lino Vázquez, y desde hace unos años, una de sus hijas, Aldara Vázquez, a la que también entrena. «El baloncesto siempre me condicionó, a veces tenía tiempo para el club que no tenía para mi familia», explica con cierto pesar. Y es que no solo es entrenar al primer equipo de una liga nacional, sino tener que desplazarse un fin de semana sí y uno no. «Esto solo lo puedes conseguir con mucha ayuda por parte de los que me rodean, de mi familia, pero aún así, hay fisuras en muchos aspectos», recalca la técnico.

La jubilación no está lejos

Maite asegura que cada vez le cuesta más sacar fuerzas para esos desplazamientos. Son 38 años viajando. «Y ya no soy una niña, nos pasa factura a mí y a la plantilla», comenta. Desde hace un año se dedica en exclusiva al baloncesto por primera vez en su carrera. ¿Está cerca de retirarse? Maite todavía tiene dudas. «Probablemente no esté lejos de dejarlo», apunta con muchas dudas sobre una ocupación que le da la vida, aunque a veces también se la quite. A pesar de que el sentimiento que tiene es el de una familia, no tendrá ese síndrome de nido vacío. «Es importante saber dar el paso, dar el relevo a otra persona», señala mientras sigue al frente del banquillo con el que debutó la pasada semana en la pista del CGTD de Pontevedra. «Siempre que pueda seguir enseñando y construyendo desde el baloncesto, lo haré», advierte una entrenadora a la que nadie mueve del banquillo.

FUENTE: LA VOZ DE GALICIA